sábado, 24 de octubre de 2009

Lecturas de Watchmen. Volumen II.

Si todavía están ahí, amigos lectores, recordarán que este cuaderno de apuntes se cerró hace casi medio año, bajo la promesa de una necesaria continuación. Les interesará saber que en el plazo -aproximado- de un mes y algunos días estaré en disposición de compartir con ustedes "mis" nuevas lecturas del capítulo IX de Watchmen "La oscuridad del simple ser".

Saben ya que este cuaderno ha insistido desde su apertura en la posibilidad de que, bajo el inmediato sentido de las páginas de Watchmen, bajo el juego de significados que ofrece al lector atento, queden ocultas algunas discusiones filosóficas sobre los fundamentos de la ficción superheroica. Decíamos que, a través del desarrollo de estas discusiones, quedaría deshecha la relación habitual entre el lector y la escena de la epopeya superheroica frente a la que se sitúa esta obra maestra del cómic, y así, desviada la mirada del lector de aquel encanto desgastado en que las figuras superheroicas habían ido quedando envueltas por el propio paso del tiempo.

En esta ocasión, para proponer mi interpretación de "La oscuridad del simple ser", he creído conveniente remitir el argumento bajo esas páginas al del final de la novela El hombre que fue Jueves, del inglés G. K. Chesterton, por razones (parciales, desde luego) que expondré más adelante, y que espero no encuentren traídas por los pelos -y si, en todo caso, las encuentran traídas por los pelos, espero les parezcan enredadas en los cabellos rojos de cierto poeta-dinamitero anarquista que aparece en la novela de Chesterton.
Sobre la influencia en Alan Moore de la obra de Chesterton poco se ha dicho -y quizás porque poco haya que decir. Nada puedo probar sobre la relación de Moore con el catolicismo y los católicos, y sobre si en ese punto coincidiría con Chesterton. Sí sé que, ya en sus tiempos, Chesterton tuvo que hablar para defender al hombre común frente al Superhombre (anglosajón) de G. B. Shaw, vegetariano y abstemio, revolucionario o "r-evolucionista", luciferino y titánico; que ambos han hallado en la síntesis de poesía y dibujo que encontramos en la obra de William Blake un baluarte de la Imaginación frente al progreso del mundo desesperado de la mera Razón; y creo no equivocarme si les digo que Chesterton, al final de la novela "policíaca" El hombre que fue Jueves, se estaba haciendo cargo de algunas cuestiones sobre la presencia del mal y la injusticia en la Creación -¡ja!- que, en lo fundamental, vuelven a ser planteadas en La broma asesina de Alan Moore y Brian Bolland. ¿Y acaso no es el protagonista de V de Vendetta tan terrible como esos anarquistas dinamiteros a los que ha de enfrentarse el detective Syme en El hombre (...)?

No les anticiparé más. Por el momento, me limito a sugerirles que, si ya leyeron El hombre que fue Jueves, repasen una lección que el profesor Juan B. Fuentes dio hace algunos años sobre el sentido de la alegoría y el simbolismo teológico que envuelven esa novela. [Véase el registro audiovisual disponible en http://video.google.es/videoplay?docid=6170261363836010206 . Esa intervención responde a otra de Carlos Fernández Liria, también profesor de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, y según se dice, asesor del régimen de la Revolución bolivariana: http://video.google.es/videoplay?docid=6753500780093124820 ]

Disculpen la mi tardanza.